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20/3/11

Arquitecto Jorge Scrimaglio

Jorge Enrique Scrimaglio, Rosario 1937
Se recibe de arquitecto en 1961 en la Universidad Nacional de Rosario, luego viaja a realizar talleres de arquitectura a la Universidad Nacional de Tucumán con el arquitecto Eduardo Sacriste.
Durante 1969 y 1970 fue profesor de la Facultad de Arquitectura de Mendoza dirigida por entonces por el arquitecto Enrico Tedeschi.


Capilla del Espíritu Santo.
Hogar Universitario Femenino.
Calle Buenos Aires 957. Rosario. 1962

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Recuerdo el material dominante en la capilla de la casa de la calle Buenos Aires al 900: madera en forma de tirantillos con la luz mostrando los claroscuros dejados por la superposición de los mismos y las esquinas del altar formando trazas libres.
Eran los comienzos de los años sesenta y todo lo realizado por arquitectos y estudiantes, era visitado luego para luego, en interminables noches de charlas, ser repasado el objeto hasta el cansancio.
Pero por qué Jorge Scrimaglio, docente de un taller que no era el nuestro, amable interlocutor de charlas informales, pero no amigo de noches de vino y guitarra? Simplemente, era un constructor de arquitecturas, al decir de Eduardo Sacriste tenía autoridad moral, puesto que sabía hacer con sus manos aquello pensado como forma, aún aquella casa en las barrancas de Granadero Baigorria, aparecida en el transcurso de una caminata que era una transcripción del lenguaje de Mies, paños vidriados entre perfilería de hierro, al paraje local. Otra vez el uso del material impactaba a quien observaba la obra. Un quiosco de venta de apuntes en el pasillo de la vieja Facultad de Arquitectura en Avenida Pellegrini volvía a mostrarnos su sensibilidad de modelador, en este caso de pequeños espacios, sin estridencias, trabajando la madera en el entrepiso y paredes tanto como la tela de los almohadones y la alfombra del piso, con calidez.
¿Por qué pienso en estas tres obras para comentar?. Por haber sido una etapa importante y necesaria para todos nosotros los estudiantes de ese entonces, la de mostrar como construir una idea de arquitectura.
Mencionaría que nuestras imágenes eran entonces tomadas por maestros europeos y americanos, así como algunos arquitectos porteños y locales. De allí que Jorge Scrimaglio fuera un exponente de lo nuevo en contra del academicismo rechazado y nunca adoptado.
Cabría la pregunta entonces si nuestro arquitecto era un transgresor o un sereno constructor de cosas posibles.
La capilla era una narración hecha con madera y luz. La casa de Baigorria, un ensayo sobre la poética de Mies. El quiosco para venta de apuntes, una apertura al oficio que luego, a través de años fue aguzando en búsquedas persistente en donde el materia y el particular trabajo de la luz sobre los mismos fue ecuación permanente.
Me inclino a pensar entonces en un constructor de formas sin parentescos estilísticos, que en múltiples obras ha mostrado su paulatino desprendimiento de algunas adhesiones Wrightianas.
La casa Garibay en Fisherton obra que ví construir en algunos de sus tramos, me sirve para concluir estos breves conceptos: cuando hace poco ví transparencias de los exteriores me dí cuenta que las mismas transformaban ese fragmento de la obra en una escultura, porque en esta obra el exterior está en un juego imposible de mostrar sin ser parte del lugar; me estoy refiriendo al Pasaje de la pérgolas de Hormigón Armado que salen disparadas desde la casa en busca de un apoyo inexistente, arrojando dibujos de sombras en pisos y muros. Es lógico, el fotógrafo recorta los episodios, la imaginación del observador hace el resto, y allí puedo llegar nuevamente a Jorge Scrimaglio, tenaz constructor de ideas conocedor profundo del oficio del arquitecto, que pese a ser en este momento alguien relegado de las publicaciones sigue siendo una presencia ejemplar para viejos y jóvenes arquitectos. Que esto sirva para revalorizar los esfuerzos realizados por quienes como Jorge Scrimaglio, nos invitan a producir sueños para luego construirlos.


Arquitecto Alfredo Llusá
Fuente Revista 041 #01



Hoy, Diciembre de 2010 he tenido nuevamente la posibilidad y el placer de poder ingresar a la Capilla del Espíritu Santo en el Hogar Universitario Femenino de calle Buenos Aires 957 de nuestra ciudad. La breve serie anterior de cuatro fotografías, fueron realizadas en el año 2001, con pocos años en la profesión de arquitecto y muchos en la de fotógrafo sentía una gran inquietud y admiración por la obra del arquitecto Jorge Scrimaglio, de hecho la primer obra que me tocó relevar y dibujar durante mi carrera como estudiante de arquitectura fue la iglesia de calle Esmeralda 2840, la Parroquia San Antonio Marih Gianelli, obra de su autoría con la que tuve un contacto estrictamente "material", dado que las obras de Scrimaglio hacen alarde justamente del material en crudo, los mismos materiales desnudos dan forma y conforman el objeto arquiectónico; así en esta pequeña gran obra que quizás pocos Rosarinos conozcan o pocos Rosarinos han tenido la posibilidad de ingresar a visitarla, la madera en listones de 2"x2" son los protagonistas, que conforman una trama de belleza inusual que dan lugar a un pequeño espacio de no más de 3m x 4m, donde las sensaciones de intimidad y recogimiento se entremezclan con la admiración permanente ante el hecho arquitectónico construido y a su vez, hábil e ingeniosamente materializado.
Nueve años después este es mi pequeño homenaje a esta joya de la arquitectura que tenemos los Rosarinos en la calle Buenos Aires 957.


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Jorge Scrimaglio comopone una conducta estética cuanto menos inédita y compleja que abre una y otra pregunta. Desde que advertimos la pericia cautivante que muestra su obra nos preguntamos por qué permaneció oculta y extraña, extramuro del círculo profesional y académico contemporáneo a su autor. Podrá decirse que es un personaje controvertido, ríspido, tozudo y solitario que lo distancia socialmente y seguramente será parte de la respuesta. Pero la misma naturaleza desentendida de este arquitecto, sus obras y sus rastros, por su fuerte contraste con muchas otras producciones ilumina una escena de anemia reflexiva y cultural. Scrimaglio se nos presenta como la marcha anti moderna, que acompaña, cuestionando sin decirlo la rutina periférica de la cultura arquitectónica local. Parece tener la virtud, o la desgracia, de incomodarnos con la diferencia..., con esto que en el mundo de lo mismo
adquiere una insoportable gravidez.
Desde dentro de las tradiciones fuertes y asumidas, Jorge Scrimaglio presente avasiones recurrentes que resuenan a prédica anti moderna, a desvinculación, casi ruptura, con el sistema cultural, económico y político que sustenta la arquitectura contemporánea. Evita sin concesiones toda tentación a diseñar, sean partes, el interior o el exterior. Propone obras de concepción única, irrepetibles, intuitivas que redescubren la sensibilidad artística y valorizan el horizonte poético reservados a producciones descreídas por el pensamiento funcional más difundido. Finalmente reclama consumo de materiales y esfuerzos técnicos casi irracionales para la economía doméstica de sus encomiendas.

Arquitecto Emilio Farruggia
Fuente Revista 041 #01

Arquitecto Jorge Scrimaglio

Iglesia Antonio Marih Gianelli
1966 - 1973. Esmeralda 2840. Barrio La Tablada. Rosario


En una arquitectura codificada todos sus elementos tienen una naturaleza interna o propiedades intrínsecas que que lo hacen ser tales.
Es decir, una ventana es siempre una ventana, una puerta es siempre una puerta, un techo, un techo.
Cada uno de ellos es un sujeto del enunciado dotado de un significado relativo: y esos significados relativos se conbinan en un sujeto de la enunciación.
En la arquitectura de Scrimaglio, por lo contrario lo que se pone en juego no son estos elementos, sino ladrillos, simples unidades aritméticas cuya función es anónima, colectiva, de tercera persona.
"El" ladrillo es un elemento no subjetivado que no tiene propiedades intrínsecas sino de situación: "el" puede ser piso, techo, escalera, ventana, eventualmente muro, de acuerdo al lugar que ocupe en el espacio. En esta escasez de recursos, la obra encuentra su riqueza y su unidad en la multiplicidad, puesto que ella lo uno es uno y todo a un tiempo.
"El" (el insistente ladrillo) construye, rompe, cubre, bordea, sube, baja, sostiene, retiene, soporta, se ausenta, desaparece sin alterar la unidad. Pero la unidad real mínima no es el ladrillo en sí, sino más exactamente su comportamiento en el tejido (en el texto) que como un punto solo entrelazado con los otros, donde el detalle es indistinguible del conjunto, es decir podríamos basarnos en la excepción, para construir el sistema. "El" (el ladrillo) es de esos personajes (puede ser el héroe y el mayordomo) que aparecen y desaparecen en la trama, sólo cuando es necesario para que se cumpla el destino.
"El" Scrimaglio es como es escritor que busca en la etimología el sentido oculto de las palabras; va al origen y si dice puerta, dice porta, paso, análogo de poro, poros que se encuentran en las pieles del teje; no dice ventana, dice abertura y las hace dentro de esta trama tal como ella se lo propone, esto es, las realiza como los espacios que dejan los puntos entre sí, espacios por los que se constituyen a su vez. Esta búsqueda de la originalidad no termina en el hallazgo de lo novedoso, sino en el encuentro del origen no solo de los elementos que los crea, sino el origen de sí; a propósito de ello. Bioy Casares cuenta que al principio pretendía ser original en sus textos hasta que se dio cuenta que siendo uno mismo era original, ya que todos somos únicos.
Su negativa a subordinarse a argumentos jerárquicos procede de la misma renuncia a privilegiar un elemento sobre otro. El resultado no es un caos, sino que constituye un modelo dialéctico que construye y destruye las pautas del texto, sin promover el engaño pero tampoco imponiendo la verdad aunque esta se adivine, necesitando siempre la complicidad del lector atento para accionar la máquina célibe.
Esta actitud (la de Scrimaglio) es la que hace de la arquitectura un lugar de pensamiento, lugar al que no se puede entrar impunemente, donde no hay garantías, pero donde una vez que se entra no se quiere salir (o no se puede).

Arquitecto Rafael Iglesia

Fuente:  Revista 041 #01




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Desde su aparición con aquel recordado stand de maderas para la librería del ateneo de la vieja facultad, se lo ha identificado en la línea Wrightiana, cuando él las referencia a esa arquitectura son un pre-texto.
No me parece un autor fácil, su texto, es un modo de operar. Scrimaglio es un "clásico". Aquel que suprime lo corriente del tiempo, aquel que salva la separación entre momentos, entre "entonces" y "ahora", aquel para quién en todo instante cabe la totalidad del tiempo.... Para el clásico no hay memoria, símbolo, alegoría: él vive en un mundo de presencias continuamente inauguradas. J. Quetglas.
Es solamente desde esta posición, siendo un clásico que en sí cuarenta años de arquitectura construidas con su invariable convicción, ignora el tiempo, modifica su direccionalidad con una arquitectura permanente, sin concesiones ni flaquezas. Y la última obra, la casa Siri, quizás sea la mejor.
Su arquitectura no es una búsqueda formal ni estética. Las formas resultantes son consecuencia directa de lo estructural, de lo estratégico. Sus estructuras son desafiantes, de riesgo, al límite de rotura; en ese caso hubo un error en la elección del material o la técnica no era la adecuada, y se insiste. En sus más de veinte obras construidas nos sorprende, por únicas e irrepetibles, por la conveniencia de los materiales entre sí, por la enorme capacidad de invención en el lenguaje, con esa condición de heterotopías de inquietar, de impedir la sintaxis, de nombrar la cosas comunes.
Scrimaglio es un arqutiecto diferente, primitivo, es un escultor de espacios a los cuales va manipulando desde adentro mismo, quitando, corriendo, pensando y repensando, sobre lo mismo y lo otro, soportando el tiempo, sin dibujar lo que no se puede dibujar, en la misma sintonía del artista.


Arquitecto Marcelo Villafañe

Fuente: Revista 041 #01